Pesadillas 5

martes, 25 de marzo de 2014

Alguien me está persiguiendo, siento su energía tras mío y me da miedo, creo que es un demonio.

Estoy en un campus universitario pero las personas que están cerca mío son compañeras de mi colegio, un grupo de ellas están asistiendo a un curso de cinematografía y yo ingreso con ellas porque el taller es obscuro y así puedo distraer a ese ente.

Entro en el aula y todo está obscuro pero una alumna de cabellos rosados brilla y me coge la mano y me saca del taller, empieza a correr por los jardines del campus hasta llevarme a una zona medio abandonada, la parte más antigua del lugar. Puedo ver dos pabellones de aulas de tan solo dos pisos que se están derrumbando y  los unen unas vigas de luz muy larga y semi destruidas, con los fierros oxidados y expuestos y el concreto arenoso.

La chica me mira y me reta a cruzar al otro lado del pabellón, tenía que mostrarme algo al otro lado que estaba más destruido. Ella me suelta la mano y empieza a correr sobre las vigas, a mucha velocidad y sin perder su equilibrio logra pasar sin dificultad y voltea a mirarme, esperándome.

Yo veo las largas vigas, me da vértigo, tengo miedo de caer, de lastimarme, de morir, pero algo me dice que debo cruzar. Escojo la viga que está a mi parecer en mejor estado de conservación y empiezo a cruzar lentamente, por tramos pasé arrodillada, por tramos sentada, pero muy muy lento hasta que llegué a la plataforma del otro edificio. 

Busqué a la chica de cabello rosado, ella estaba dentro de un vestuario, todo el paisaje se tornó gris, me asomé a ver el espacio y algo me arrastró dentro. No recuerdo que sucede, solo se que esa chica desaparece y yo tengo puesto un traje encima, como de soldado, de color gris.

De pronto el ente aparece, está tras mío y yo estoy sola en esa construcción abandonada, grito pero nadie me escucha, el miedo me paraliza, no puedo huir, esa cosa es muy fuerte y me dice cosas que se meten en mi mente y me vuelvo débil, vulnerable.

Es tiempo de venir con nosotros me dice una voz, yo sigo paralizada, muy asustada, de pronto frente a mi, a unos 4 metros de distancia se abre un vórtice de color gris y azul y empieza a absorberme, me arrastra con sus fuertes vientos hacia él, yo trato de agarrarme de los muros, me corto las manos, siento que ya no puedo más, que me muero, de pronto un grito desesperado sale de mi, ¡MADRE! ¡MADRE ME LLEVAN, AYÚDAME!.

Entonces aparece mi mamá, me coge de una mano y con mucho esfuerzo trata de rescatarme pero el vórtice con los demonios tienen más fuerza y empiezan a jalarnos a las dos (mi cuerpo esta volando como una bandera y mi madre arrastrada por mi). Mientras más cerca estaba del vórtice mi ropa de soldado empieza a desintegrarse y siento que yo estoy a punto de desintegrarme también.

Cierro mis ojos, ¡NO PUEDO PERMITIRLO! mi temor estaba involucrando a mi madre también, yo soy más fuerte que todos ellos, yo lo sé.

Entonces suelto a mi madre y volteo hacia el vórtice y con voz firme digo: USTEDES NO PUEDEN, NUNCA PODRÁN PORQUE DIOS VIVE EN MI, ¡PORQUE YO SOY DIOS!

Entonces el vórtice se cierra y yo caigo al suelo, intentando buscar a mi madre con la mirada.

(Allí termina mi sueño por que un sismo en mi ciudad me despertó...)




Sueños 11

viernes, 14 de marzo de 2014

PREÁMBULO:

Estoy acostada en la cama pensando en mil cosas antes de poder conciliar el sueño, de pronto todo el alboroto se corta y una voz femenina que inicia suave y va incrementando el volumen y la fuerza de lo decretado se mete en mi mente y me hace volar.

TÚ ERES UN LIBRO, TÚ ERES UN LIBRO, TÚ ERES UN LIBRO, ¡esa es tu misión!, y en cada repetición, en cada decreto, veo imágenes llenas de color: vórtices que se transforman en toroides, paralelepípedos, hipérbolas, paraboloides hiperbólicos, elípticos, que se expanden y se contraen y cada movimiento acompañado de cambios de color, como reflejos de arco-iris.

 Y sigo, tú eres un libro, yo soy un libro, ¡LO SOY!, lo comprendo, entiendo lo que me dices, entiendo lo que soy, comprendo mi misión. ¡GRACIAS!



EL SUEÑO:

No estoy segura si estoy flotando o si estoy sobre un transporte aéreo, sólo se que bajo mío, en la tierra veo cientos de animales, de muchas especies y de muchos colores que alzan sus cabezas, me miran y me sonríen, algunos alzan las patas como saludándome, están felices y yo me siento feliz.

Un animal en particular me llama la atención y este sigue mi trayectoria, es un oso panda, hermoso en realidad. Él me da la bienvenida a su tierra, un campo extenso y muy verde, se siente paz.

No recuerdo como llego a esta parte, pero estoy en medio de chacras, estoy acompañada de mi esposo y estamos en bicicletas. Se que debemos trasladarnos a otro pueblo para salvarnos y yo conozco la ruta (porque el oso panda creo que me dijo exactamente como llegar, como salvarnos)

Empiezo a subir colinas entre senderos sinuosos bordeado de muros de piedra, se que atrás mío está mi esposo y le cuesta subir el camino, yo no miro hacia atrás, yo no pierdo el ritmo porque confío que él me seguirá y además el tiempo se hace corto. Tras nosotros me parece sentir que hay un grupo de personas que nos creen y nos siguen.

El camino era pesado porque la tierra se sentía muy ligera y la bicicleta se hundía en tramos, las piernas empezaban a doler y el camino en la cuesta se veía más angosto y con piedras pequeñas en la senda.

Cuando llegué a la cima de la colina vi que el camino estaba cortado por un hoyo tipo cenote, me aproximé al hoyo y vi en el fondo un río subterráneo y dos sogas colgando de lo alto del camino (cerca de donde yo estaba)

Un anciano que estaba en la parte de abajo me mira y me saluda, haciendo señales que debía cruzar el camino lanzándome por las sogas trenzadas.

César se para a mi lado viendo algo temeroso el gran hoyo que dividía el camino, sabíamos que al otro lado estaba la entrada al pueblo, la entrada a la vida.

Sin pensarlo más, retrocedo y empiezo a correr veloz para tomar impulso y lanzarme hacia la soga, entonces escucho un grito de horror de mi esposo, un grito desesperado, un silencio en su alma y me doy cuenta que las sogas eran dos grandes, largas y gruesas serpientes de color semi naranja que estaban colgadas de la cola y con la cabeza mirando el río subterráneo.

Sentía su piel, era cebosa y empecé a resbalar, yo trataba de impulsarme pero la serpiente era muy pesada. Entonces estiré mis piernas y las crucé en la otra serpiente, saltando de esta manera hacia ella, pero esta era más resbalosa aún y las dificultades aumentaron.

Mi cuerpo se resbalaba rápidamente y cuando ya estaba cerca a la cabeza de la serpiente me lance hacia el río de aguas calientes, pero caí en tierra firme. Las serpientes alzaron sus cabezas gigantes y las dirigieron hacia mi.

Hubo unos segundos de reconocimiento, las serpientes me veían detenidamente a los ojos y yo no mostraba signos de temor, (a pesar de que me era difícil respirar por la alta temperatura de allí abajo)  las serpientes se pusieron en modo de ataque pero yo no me moví, realmente no les tenía miedo. De pronto la serpiente mayor me sonríe y me eleva hacia el otro camino, mientras esto sucedía podía ver como el hoyo (especie cenote) cambiaba de color sepia a verde y la temperatura del lugar mejoraba.

Las serpientes se estiraron como un especie de puente y César pudo cruzar caminando sobre ellas.

Ya en el otro lado del camino el aire era distinto, el sendero era llano y bordeado de árboles, nos agarramos las manos y respiramos.

Es tiempo de comenzar...